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16 de Marzo de 2014 - Julián Dominguez

Bs. As.-Ningún partido tiene candidatos competitivos en la Provincia de Buenos Aires

Una paradoja se vive por estas horas en el peronismo bonaerense. Sea Massa o Scioli, están seguros de que el próximo Presidente será de su riñón. Sin embargo, no tienen un postulante seguro para ir por la gobernación. Sus rivales tampoco están mejor

El peronismo sabe que necesita de la provincia de Buenos Aires para ganar las elecciones nacionales. Y las diversas tribus están dedicadas a hacer valer el peso del territorio, esa falta que angustia a los políticos no peronistas, que se creen menos sólo por no llegar a esos espacios carentes de ciudadanía, donde a veces ni la policía se anima.
Tan arrogantes están los peronistas bonaerenses, que son capaces de pronunciar una frase como ésta: "Esta vez mandamos nosotros. Es la primera vez que uno de la Provincia llegará a la Presidencia. Los demás no tienen candidatos". Hablan de Daniel Scioli y Sergio Massa, claro. Y de la falta de claridad, hasta ahora, del resto del espectro político.
Consultado acerca de cuál será el candidato a gobernador que llevará al peronismo a la segura victoria, la fuente -que prefirió conservar el anonimato- tampoco hizo gala de humildad: "La fórmula la va a poner el PJ, así que el candidato tiene que ser el presidente del PJ, o sea, Fernando Espinoza, intendente de La Matanza, acompañado por ejemplo por Diego Bossio", el presidente del ANSES.
 
Peronista de pura cepa... Fernando Espinoza, intendente de La Matanza
La evidencia de que Espinoza es "un gran compañero", como dicen sus pares, pero carece de conocimiento fuera de su distrito, no parece inquietarlos. Tampoco el hecho de que Martín Insaurralde, con todo el respaldo de los aparatos nacional y provincial, cayera drásticamente derrotado en todas las secciones electorales, incluso en buena parte de las barriadas más pobres. El sujeto peronista bonaerense es impermeable a las sutilezas de la conformación de la opinión pública. No hay librepensadores en el conurbano profundo. 
Lo cierto es que Espinoza no tiene tampoco grandes competidores. Autoexcluidos Massa y Mauricio Macri, que están decididos a dar la batalla por la presidencia, la provincia con mayor peso electoral de la Argentina, cercano al 40 por ciento, carece de un candidato competitivo. No lo tiene el peronismo, pero tampoco ninguna otra fuerza.
Ni Margarita Stolbizer, que perdió dos elecciones provinciales, ni Ricardo Alfonsín, que perdió una a gobernador y otra acompañando  a Francisco De Narváez, tienen ganas de cargarse otra campaña sobre los hombros. Asoma tímidamente el médico Facundo Manes, pero sin índices de conocimiento significativos. 
El PRO no está mejor. Se esfuerza por posicionar a la vicejefa porteña, María Eugenia Vidal, con la idea de alcanzar un 20% de votos positivos. O sea, da por descontado que no es una candidata ganadora. Puntea por ahí Jorge Macri, con la ventaja de un apellido que tracciona en la provincia, pero la desventaja de promover un armado político con Massa, algo de lo que huye su primo Mauricio.
En el peronismo, un partido que nunca le saca la cola a la jeringa del poder, hay varios que quieren gobernar la Provincia. De todos ellos, Insaurralde es el único que tiene un nivel de conocimiento cercano al 80 por ciento, más una novia que circula exitosamente por los programas de chismes. 
Cerca de él aseguran que es amor y los analistas de la política bonaerense consideran que este noviazgo es el dato más evidente de su vocación de poder, si no fuera porque tiene pensado irse a vivir con la chica a Puerto Madero, un barrio que derramó poca fortuna a los políticos que lo eligieron para vivir.
En cambio, Insaurralde tiene como ventaja que es el candidato que prefiere Scioli, aunque no hay ninguna garantía de que el peronismo consulte su opinión si, finalmente, llega a candidatearse a presidente de la Nación por el FPV.
Se especula que pueden llegar a competir, en unas eventuales PASO a gobernador, el ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo, y el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. Ambos proclaman su vocación presidencial, pero los hombres del territorio están convencidos de que sólo es una forma de posicionarse en la provincia, ya que si tienen poco tiempo para hacerse conocidos en la provincia, mucho menos lo tendrán para obtener conocimiento a escala nacional.
El vicegobernador Gabriel Mariotto sí tiene altos niveles de conocimiento en la provincia de Buenos Aires, pero demasiada imagen negativa, ligada a lo peor del kirchnerismo y La Cámpora, que es algo así como la mancha venenosa de la política de estos tiempos. La única posibilidad que visualiza es acercarse a Scioli, lo menos K de los K, y liderar una agenda "de la gente", por ejemplo, criticando a los maestros que hacen huelga y no dan clases, provocando crisis en su entorno, que empieza a criticarlo por "patronal".
En el Frente Renovador las cosas tampoco están mucho mejor.  El que picó en punta fue Darío Giustozzi, el único dirigente importante de la Tercera Sección Electoral que dejó la comodidad de una intendencia bastante segura  para saltar al abismo que Massa le planteó a los conservadores del territorio. Tiene un importante equipo de comunicación y se esfuerza. Pero sus niveles de conocimiento siguen siendo muy bajos. 
También los de Gustavo Posse, el intendente de San Isidro, ansioso por dejar San Isidro, su comarca del norte de la provincia de Buenos Aires. Ni qué decir del caso de Jesús Cariglino y Joaquín de la Torre, otros dos valiosos intendentes de la primera sección electoral, que se animaron a romper el cascarón oficialista, pero con altísimo desconocimiento.
Para ellos, y más allá de que se habla de una preferencia "in pectore" del ex intendente de Tigre, la receta será un excitante cóctel de elecciones PASO, que le permitirá al líder del FR evitar cualquier decisión. Obviamente, no habrá PASO para elegir candidato a presidente en el Frente Renovador.
Sin embargo, la legión de precandidatos parece ajena a pensar el cruel destino de quien gobierne la Provincia que tiene el 39% de la población nacional y el 34% de hogares con sus necesidades básicas insatisfechas, y a pesar de eso genera el 36% del PBI nacional y el 48%% del Producto Bruto Industrial. A cambio, apenas recibe el 19.2% de recursos de la coparticipación, o sea, 1833 pesos por habitante, muy por debajo del promedio nacional, que es de 5.616 pesos. Sólo la Ciudad de Buenos Aires recibe menos recursos de coparticipación que la Provincia.
Un informe del gobierno de Scioli asegura que Buenos Aires aporta el 37% de la recaudación a la Nación, pero es cada vez más dependiente del Tesoro Nacional o el endeudamiento externo para pagar los salarios, aunque  la recaudación impositiva creció del 51% al 59%, desde 2007 hasta 2012.
Es sabido que, en 1992, Eduardo Duhalde sólo aceptó dejar la Vicepresidencia de la Nación y competir por la gobernación, cuando Menem le aseguró el Fondo del Conurbano, que entonces llegaba a 650 millones de pesos anuales. A más de 20 años, ese Fondo sigue congelado en esa cifra, perdiendo relevancia en los ingresos provinciales y provocando el sometimiento del principal estado argentino al gobierno nacional de turno.
Es insólito que los políticos de distintos partidos no se pongan de acuerdo para exigir al Gobierno un tratamiento equitativo para la Provincia, antes de lanzarse a la carrera electoral. Ningún gobernador puede ser exitoso a la hora de gestionar Buenos Aires si continúa esta falla estructural de la democracia nacida en 1983, que a lo largo de los años sólo se agravó.
Cuando más allá de los relatos, es palmaria la deuda lacerante en educación, salud y bienestar de la población bonaerense de la década ganada, cuando el juego, el narcotráfico y la inseguridad es lo único que viene creciendo con prisa, y sin pausa, se impone que la política programe una salida racional al déficit estructural de la Provincia. De otro modo, la Argentina seguirá siendo inviable, y otra década favorable a los países emergentes volverá a perderse en el clientelismo y la violencia.
 
Fuente: Infobae (Caba)

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