21 de Enero de 2014 - Reforma del Estado
La Rioja-El rol del Estado frente a las nuevas demandas sociales
Por: Dra. Isabel Marta Salinas (*)
La caída del Muro de Berlín fue un hito en la historia mundial de las últimas tres décadas; colocó una bisagra en la política occidental. Marcó el fin de la Guerra Fría. Promovió y facilitó, en muchos países, el proceso de reencuentro con la democracia y la liberación de los gobiernos basados y sostenidos en el sistemático desconocimiento y violación de los derechos humanos. En la noche del 9 de noviembre de 1989, miles de alemanes treparon al muro que dividía Berlín y empezaron a derrumbarlo. A través de las imágenes, millones de televidentes en todo el mundo celebraron ese acontecimiento, que trascendía las fronteras geográficas y continentales. Una nación distinta se asomaba al mundo.
La sociedad recuperaba la democracia, renovando no sólo la convivencia democrática, sino buscando entender la nueva realidad. A partir de la caída del Muro de Berlín el concepto de equilibrio entre potencias internacionales, gestado en la Paz de Westfalia, en 1648, desapareció. Al hablar a sus ciudadanos, el entonces presidente de Alemania, Horst Köhler, recordó la alegría cuando cayó el muro, pero remarcó que en esa misma fecha, medio siglo antes, Alemania había vivido una de sus historias más negras.
Fue la Noche de los Cristales Rotos, cuando el régimen nacional-socialista inició la persecución de los judíos con la quema de sus comercios y sinagogas. "El 9 de noviembre de 1938 y el 9 de noviembre de 1989 están estrechamente ligados", dijo el mandatario alemán. ¿Cuál es esa ligazón? Una sola: nada se tiene para siempre y hay que saber cuidar lo conseguido.
La canciller alemana, Angela Merkel, frente a la puerta de Brandenburgo, señaló que ese acontecimiento fue una victoria de la libertad, pero no se trata de un bien definitivo, sino de "algo por lo cual cabe luchar cada día". Y en esto -como lo subrayan los discursos en Berlín- lo importante no está sólo en saber conmemorar, sino también en diseñar y transitar hacia la meta que se quiere alcanzar. Cada día vemos nuevas señales de cambio en la realidad social.
Nadie tiene claro cómo llegaremos a la mitad del presente siglo veintiuno, pero no cabe duda de que allí estarán nuevos actores con demandas y recursos diferentes. Y desde la realidad que nos es propia será necesario saber responder con visiones de futuro, con capacidad de diálogo para incidir en la agenda global y no seguir apegados a quehaceres no conducentes.
Los latinoamericanos vivimos en una región muy promisoria, que ha logrado superiores índices de desarrollo económico con inclusión social que otras geografías del mundo, con mayor justicia social y nuevas oportunidades, pero la clave está en buscar desarrollo para todos.
En nuestro país recobramos la democracia en 1983; dejamos atrás los tiempos del miedo, avanzando con la verdad y la justicia. Las tres décadas de democracia ininterrumpidas marcan un logro muy valorado por la ciudadanía. El "Nunca Más" sintetiza en nuestro país el compromiso mayoritario, para nunca más vivirlo, nunca más negarlo.
Debemos aunar compromiso, trabajo, conocimiento, información y esfuerzo para elaborar las necesarias respuestas de las grandes preguntas que definen el futuro de nuestra sociedad. ¿Queremos una sociedad donde lo principal sea el ciudadano o lo esencial sea el consumidor? ¿Queremos una sociedad con políticas públicas para responder a las demandas ciudadanas o una sociedad donde esas demandas sólo se ven como oportunidad para hacer negocios? ¿Queremos que la educación abra espacio a la igualdad o sólo reproduzca las diferencias? ¿Queremos una comunidad organizada, ágil y fuerte para diseñar e implementar políticas realmente democráticas o sólo capaz de responder ante aquello que el mercado no tiene interés en atender?.
Para reflexionar sobre la economía y la realidad en nuestra sociedad actual, resulta muy esclarecedora la exhortación apostólica del Papa Francisco, difundida el 24 de noviembre próximo pasado. En la misma, denosta a la economía de la exclusión, expresando que así como el mandamiento “no matar”, pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”.
Esa economía mata… Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad, y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil… Se considera al ser humano, en sí mismo, como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar… Hemos dado inicio a la cultura del “descarte”, que, además, se promueve… Los excluidos no son “explotados”, sino desechos sobrantes.
No a la teoría del derrame. No a la nueva idolatría del dinero… La crisis financiera que atravesamos, nos hace olvidar la negación de la primacía del ser humano”… Este desequilibrio, proviene de ideologías que defienden, la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común… El afán de poder y de tener no conoce límites… Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado.
El crecimiento en equidad, exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres, que supere el mero asistencialismo… El Papa, excluyó a la economía liberal, rechazó la mano invisible del mercado, y exhortó a diseñar un eficiente Estado que vele por el bien común.
En esa doctrina tan actual de la Iglesia, se inspira el Estado promotor del bien común. Ese es el rol que hoy demanda la ciudadanía a sus gobernantes. Cuando el Gobierno orienta actividades productivas, con desarrollo e inclusión social, promoviendo el trabajo como ordenador social, está realizando “un proceso específicamente orientado a una mejor distribución del ingreso, a la creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los trabajadores que supera el asistencialismo”, como textualmente lo demanda el documento pontificio.
Para cumplir ese cometido, nuestro Gobierno provincial utiliza, –entre otras herramientas–, la organización y asociación en emprendimientos, cuya producción se incorpora al mercado, empleando mano de obra local, y aportando, entre otros bienes valiosos, alimentos que contribuyen a asegurar el derecho alimentario de sus habitantes, acrecentar la economía provincial y nacional, promover el ingreso de ganancias y alcanzar la autonomía alimentaria.
Esta política acertada, se consolida en nuestra geografía local, y ahora es utilizada en otras provincias, porque es una estrategia de probada utilidad y eficacia.
El presente y el futuro de nuestra provincia nos pertenece, y nos compromete. Tenemos que asegurar y consolidar los logros obtenidos, y tener presente la lección de la historia: hay que custodiar y acrecentar los bienes logrados, para la generación presente, y para las futuras generaciones.
Ahora, cuando la mirada se ha vuelto hacia la caída de aquel muro, también se perfila ante nosotros, la dimensión de esa historia como propia, para que las experiencias vividas, nos enseñen a ser fieles y custodios de los objetivos alcanzados, y perseverar para lograr la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria.
(*) - Abogada
Fuente: El Independiente