29 de Diciembre de 2013 - Gremio
Catamarca-El Intendente que se lavó las manos y se fue a festejar su santa unión
El intendente Hugo Ávila brilla tanto por sus bravuconadas inconducentes como por su ausencia física.
A diferencia de otros lugares del interior provincial, la ciudad de Tinogasta tiene una particularidad: cada fin de año o en los períodos de vacaciones, cientos de personas van a pasar las fiestas con sus familias y se quedan unos días. Son los tinogasteños que emigraron en busca de mejores oportunidades a Río Gallegos o Caleta Olivia, en Santa Cruz. De hecho, es tan significativa la cantidad de comprovincianos que viven allí que hasta cuentan con una sede propia, organizan actividades para recrear las costumbres, están informados de todo lo que sucede en Catamarca y se comunican permanentemente a través de cartas y por las redes sociales. Hasta consiguieron que el Obispado les conceda, hace un par de años, una visita especial de la Virgen del Valle. Pero esta semana, lamentablemente, muchos de los tinogasteños que regresaron a su terruño se dieron con una sorpresa desagradable: un piquete de trabajadores municipales les impidió el ingreso a la ciudad, a su ciudad, luego de haber viajado 2.500 kilómetros. Y así como ellos, muchos turistas, comerciantes y gente común debieron someterse a la regla de los manifestantes, que consistía en esperar tres horas bajo el sol, con más de 40 grados, hasta que levanten el vallado de ramas y gomas para permitirles el paso. Hubo escenas violentas y al mismo tiempo previsibles, como la que protagonizó un conductor que decidió arremeter en su vehículo contra la barrera y pasar por arriba, o de otros viajantes que, hartos de esperar y llenos de urgencias, estuvieron a punto de trenzarse a golpes de puño con los municipales. Van cinco días del piquete y la tensión se volvió insoportable.
Mientras el pueblo de Tinogasta padece este trance, el intendente Hugo Ávila brilla tanto por sus bravuconadas inconducentes como por su ausencia física. En efecto, luego de un par de días de responsabilizar de la protesta al Gobierno provincial, a la Justicia Federal y a la Gendarmería, Ávila se trasladó a la ciudad Capital para celebrar su casamiento, anoche. Nadie le niega el derecho de hacerlo, incluso el de tomarse algunos días más de luna de miel, pero antes está su responsabilidad de solucionar el conflicto con los trabajadores de la comuna a su cargo. Éstos le reclaman un salario básico de $3.600, lo cual ya fue rechazado por el intendente con el argumento de que no tiene aún ni siquiera para pagarles el aguinaldo. Pero además aclararon que están dispuestos a sentarse a dialogar, como corresponde hacer en estos casos, y abrir una instancia formal de negociación salarial. No obstante, Ávila se negó a hacerlo y, por el contrario, prefirió apelar a sus métodos clásicos, como culpar a otros y buscar desestabilizadores en el Gobierno y entre los mismos gremialistas. Estos días, por caso, dijo que uno de los cabecillas del piquete, un gremialista de ATE, está cortando la ruta para tratar de disuadirlo de despedir a su hijo, que también es empleado municipal, por incumplimientos laborales varios.
Y como con eso no logró más que enervar los ánimos de los manifestantes, el intendente Ávila habría amenazado con mandar algunos matones para sacarlos de la ruta por la fuerza. Eso fue lo que aseguró el delegado de ATE en Tinogasta, Héctor Ramírez: "Ávila me llamó para que tratara de interceder entre quienes realizan el piquete para que depongan su actitud y me dijo que si se hacían los pesados que no le costaba nada enviar gente para que los cagaran a palos y dejaran de joder", dijo. Antes ya había acusado al ministro de Obras Públicas, Rubén Dusso, de alentar la protesta de los manifestantes con bolsones navideños. La cartera respondió la acusación a medias: desmintió tener alguna injerencia en el conflicto, pero reconoció que efectivamente mandó, "como todos los años", cajas de Navidad a los gremios de ATE y UPCN para que repartan entre sus afiliados, entre ellos los municipales que protestan en la ruta 60. De todos modos, no es con sidra y pan dulce que los trabajadores se pasan día y noche en la caminera tinogasteña. Lo cierto es que Ávila se lavó las manos en el conflicto. Se fue a festejar su santa unión y dejó a la ciudad sitiada, abandonada a su suerte y al borde de la violencia. Nadie más que él será responsable de lo que pueda ocurrir en esa ruta sin control.
Fuente: Voces Escritas