16 de Setiembre de 2013 - Arquitectura
Caba-Murales del subte en peligro
Son piezas únicas que hacen a la memoria colectiva y algunos están en riesgo por filtraciones y falta de mantenimiento.
Todos los días, miles de personas realizan el trayecto Constitución-Retiro de la Línea C. El ritmo alocado, el apretujamiento y la incomodad cotidiana no permiten apreciar el patrimonio histórico que se luce en los túneles y andenes de la línea. Quizá, en un viaje con más tiempo, el usuario podría detenerse a disfrutar de una serie de doce murales titulada “Paisajes de España” de Martín S. Noel y Manuel Escasany, una obra de 1934. O de los tres murales gauchescos de Florencio Molina Campos en la estación Constitución y de la obra Introducción histórica, del pintor Luis Felipe Noé, ubicada en la estación Gral. San Martín. O, simplemente, apreciar las mayólicas de estilo morisco que decoran varias de sus antiguas estaciones.
En toda la red de subtes convive una vasta obra de artistas muy diversos, una galería ecléctica con trabajos de Carlos Páez Vilaró, Quino, Rogelio Polesello, Carlos Nine, Horacio Altuna, Raúl Soldi, Roberto Fontanarrosa, Alberto Breccia, Benito Quinquela Martín, Hermenegildo Sábat y Molina Campos, entre muchos otros. También hay esculturas, mayólicas de principios del siglo XX y azulejos antiguos. Son piezas únicas que hacen a la memoria colectiva de la Ciudad; un museo abierto visitado cotidianamente por casi un millón y medio de personas y que ha ido aumentando su número de obras. Son patrimonio histórico nacional, pero –según un informe de la Defensoría General de la Ciudad al que pudo acceder Diario Z– el 65 por ciento de los usuarios desconoce este dato y un 62,6 por ciento cree que el estado de los murales, mayólicas y azulejos es entre malo y muy malo.
Paisaje en decadencia
La Unidad Especial Temática de Patrimonio Urbano de la Defensoría General de la Ciudad hizo un informe sobre la actual situación patrimonial de las estaciones de subte. Se trata de un relevamiento de las 74 estaciones que conforman la red y con el foco puesto en las 30 declaradas Monumento Histórico Nacional. “La situación es decadente, se vienen abajo, no tienen protección. Tampoco hay un plan de restauración y no hay idea de cómo restaurarlos, cómo protegerlos”, señaló Daniela Proietti, responsable de esa Unidad. Falta mantenimiento, hay filtraciones y poca información disponible. Como resultado, “Mal estado de la mayoría de las piezas de valor artístico e histórico. Falta de interés en promover la investigación, conservación y educación sobre patrimonio cultural de la Ciudad. Nos encontramos frente a un problema que necesita de medidas que contrarresten el abandono ya verificado en el relevamiento realizado”, según las conclusiones del informe.
Desde hace algunos años, el subte se encuentra en medio de un conflicto casi constante. La calidad del servicio se deteriora, la empresa que lo gestiona no invierte en mantenimiento y el abandono es generalizado. En medio de esta batahola, y en silencio, una parte del patrimonio histórico ubicado en el subsuelo porteño cayó en el olvido, sobre todo las obras más antiguas.
En su página web, la empresa Metrovías anuncia un Plan de Restauración de Murales Históricos. Dice que “abarca la recuperación de los murales y mayólicas de toda la Red, una iniciativa destinada a jerarquizar el invalorable patrimonio que la empresa tiene bajo su custodia en las estaciones. Mediante un plan sistemático se rescata este legado artístico de incalculable valor”. Pero la información es tan vieja que la empresa asegura que dicho plan está consensuado con la Secretaría de Cultura de la Ciudad, un área de gobierno que se convirtió en ministerio en 2007. Desde entonces, se recuperaron algunos murales y se sumaron nuevos a las estaciones inauguradas, pero otros se siguen deteriorando por las frecuentes filtraciones.
Jorge Méndez trabaja en el subte desde hace 20 años y actualmente es delegado de la sección Instalaciones Fijas, el área que se encarga del mantenimiento de la estaciones. “Si bien al principio de la concesión Metrovías se preocupaba por el patrimonio, últimamente no se ven trabajos de restauración”, explica. “No hay ninguna cuadrilla especializada, con conocimientos técnicos, que se dedique al mantenimiento de los murales y mayólicas, que en muchos casos están siendo víctimas de las filtraciones”, agrega. Méndez apunta también a Sbase por la tercerización de la llamada “puesta en valor” de las estaciones: “Las empresas fueron contratadas para hacer el trabajo en el menor tiempo posible, con lo cual no tienen ningún cuidado y pintan sobre mayólicas y murales. El descuido es absoluto”.
La Defensoría elevó pedidos de informes a distintas dependencias de la administración porteña para conocer cuál es la política adoptada en este campo. Como respuesta, recibieron sólo un informe efectuado por la Dirección de Patrimonio e Instituto Histórico en el que se recomienda “la intervención para el mejoramiento” de la estación Diagonal Norte de la Línea C y el “aporte de equipos técnicos para determinar los criterios de restauración cuando le sean solicitados formalmente”. Diario Z se comunicó con Metrovías y con Sbase, pero no obtuvo respuesta.
Patrimonio y rediseño
El subte comenzó a convertirse en una especie de galería de arte subterránea a partir de 1934, cuando la Compañía Hispano Argentina de Obras Públicas Finanzas inauguró el primer tramo de la Línea C, entre Constitución y Diagonal Norte. La Compañía puso especial interés en la decoración, que incluyó guardas en relieve pintadas con polvo de oro, azulejos importados de España, varios murales con paisajes españoles y mayólicas de estilo morisco. Por eso, a la Línea C se la identificó desde sus comienzos como el “subte de los españoles”.
Desde entonces, cada tramo que se proyectaba incluía la incorporación de murales. En las líneas D y E, por ejemplo, se pueden ver paisajes, leyendas, tradiciones y escenas de la historia argentina. En la estación Plaza Italia, por ejemplo, hay dos obras realizadas en cemento policromado sobre bocetos de Benito Quinquela Martín, que, como es característico del artista, reproducen escenas portuarias.
Esta costumbre se detuvo durante décadas, pero volvió con fuerza a partir de los 90. Desde esa fecha se sumaron trabajos de dibujantes, historietistas y artistas contemporáneos, que están expuestos a los mismos riesgos que las obras que tienen cincuenta años más.
Según el informe de la Defensoría, “las estaciones son un museo abierto y cotidiano para todos aquellos que utilizan este medio de transporte. Exponen valiosas obras de numerosos y reconocidos artistas. Este patrimonio permite conocer e interpretar la diversidad cultural y aprehender nuestra identidad colectiva”.
Para preservar este capital artístico, las estaciones construidas entre 1911 y 1966 fueron declaradas Monumento Histórico Nacional en 1997, un rango de protección alto. “Esto implica un grado de intervención mayor para su cuidado”, indicó Proietti. En aquel entonces, 30 estaciones de las líneas A, B, D y E fueron catalogadas como históricas porque, según el texto del decreto 437/97, “constituyen verdaderos testimonios del espíritu cosmopolita y abierto de nuestra nacionalidad, homenaje artístico a las distintas regiones del país y de nuestra madre patria, a través de sus murales y mayólicas”.
Según el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), una ONG que agrupa a expertos que trabajan por la conservación, protección y valoración del patrimonio, las guerras son las que habitualmente arrasan en forma brutal con bienes únicos, originales e irremplazables, que conforman el acervo cultural de la humanidad. Descartada la hipótesis bélica en la Ciudad, quedan dos acciones comunes que suelen poner en jaque al patrimonio: la intervención (casi siempre en favor de la modernidad) o el olvido. Al subte le pasaron ambas cosas.
Que las estaciones pasaran a ser patrimonio histórico no logró preservarlas. Con la llegada de Metrovías en 1994, se rediseñó la imagen del subte, y la fisonomía visual de la red cambió. La empresa concesionaria quería mostrar rápidamente los efectos positivos de la privatización y contrató al estudio de diseño de Ronald Shakespear, que intentó una “lavada de cara”. Junto con la “marca Subte” y adelantos como los pisos adaptados para ciegos, llegaron carteles nuevos de menor calidad que reemplazaron a los tradicionales, se quitaron azulejos que se remplazaron por pintura y se incorporaron materiales como chapas, paneles de durlock y revestimientos de falso granito plástico que alteraron drásticamente el paisaje preservado. Además, resultaron poco durables y pronto sucumbieron frente a las frecuentes filtraciones.
Con la crisis económica, los planes de reconversión fueron suspendidos. La Ley de Emergencia Ferroviaria sancionada en 2002, que alcanzó a la gestión de subtes, fue el comienzo de una nueva etapa, y la puesta en valor quedó en el pasado. La mentada modernización quedó sepultada detrás de una carrera por el sostenimiento de la tarifa y la contención de miles de usuarios y trabajadores que habían quedado en el limbo. Desde entonces, el empeoramiento del servicio, la disminución de las frecuencias, la suciedad y el olor nauseabundo fueron moneda corriente, en paralelo con la inauguración de nuevas estaciones y de la Línea H. En la Línea A, desde que se reinauguró en febrero de este año, se pueden ver murales nuevos. Las estaciones están limpias y fueron restauradas. Sin embargo, en las demás líneas el paso del tiempo, las filtraciones y las roturas siguen deteriorando el acervo patrimonial. Que está allí, sin que lo veamos.
Murales en peligro
El principal enemigo de las obras que adornan los andenes es el agua. En la estación Mariano Moreno, de la Línea C, las filtraciones erosionaron los azulejos dejando grandes estelas grisáceas que tapan los dibujos de arabescos. Y la situación de los murales no escapa a las generales de la dejadez. Sobre el andén a Constitución está el mural “Paisajes de España”, diseñado por Martín S. Noel y Manuel Escasany en 1934, en el que deberían apreciarse paisajes de Bilbao, Santander, San Sebastián y Navarra. Pero una enorme mancha de sarro cubre la mitad izquierda.
Situaciones como estas se repiten en la estación Avenida de Mayo, y debajo de la 9 de Julio, donde confluyen las líneas C, D y B. Además de las filtraciones, que son muy difíciles de quitar porque depositan salitre y sarro, azulejos y mayólicas se ven invadidos por publicidades, grafitis, carteles informativos y pegatinas que indican la presencia de Wi-Fi.
En la estación Scalabrini Ortiz de la D hay un mural de 1938 realizado por Rodolfo Franco, Evocaciones de Salta, al que le faltan varias cerámicas que se desprendieron por acción del agua. En Agüero, a otro mural de Franco (Camino a Córdoba del Tucumán) le faltan azulejos y se encuentra manchado con sarro. Y en la estación Palermo (única que no posee murales nacionalistas en esta línea), la obra de Rafael Cuenca Muñoz de 1934 (Almería, España: la espera) también está incompleta, ya que dos huecos grises rompen la simetría de la pintura. En la estación Rodolfo Walsh (ex Entre Ríos) de la Línea E, debajo de techos impregnados de moho y humedad, yace el mural Fundación de pueblos en La Pampa, una obra de Antonio Ortiz Echagüe, de 1939. Similar es la situación de los azulejos ubicados en andenes y escaleras. Las filtraciones se llevan con su agua la historia de las paredes.
No sólo la erosión de las napas hace estragos. La falta de información y de planificación en el mantenimiento también ponen en riesgo las obras de arte que se exhiben en el subte. Tal fue el caso de un mural ubicado en la estación Medrano de la Línea B en homenaje a Alberto Vaccarezza, dramaturgo, letrista de tango y poeta, amigo y colaborador de Carlos Gardel. Durante la confección del informe, la Defensoría General pudo registrar cómo pasó de estar en pésimo estado a estar directamente ocultado por un cartel negro, que sólo deja entrever el título del mural: Homenaje a Alberto Vaccarezza 1886-1959.
El primero de diciembre se cumplirán cien años del primer viaje en subterráneo de Latinoamérica. Un coche La Brugeoise (ver aparte) realizó el trayecto entre Plaza de Mayo y Once de Septiembre (hoy Plaza Miserere). El subte comenzaba una época de esplendor, no sólo como forma de transporte masivo, sino también como reservorio de obras de arte. Hoy, entreverado en diversos conflictos, espera por una puesta en valor que todavía no ha llegado.
Paredes con arte e historia
Los murales del subte forman una colección variada en cuanto a momentos históricos y estéticas. En la década del 30 los temas elegidos fueron la “madre patria” (España), la tradición nacional de lo gauchesco, y episodios de la historia argentina y la formación de la Nación. Así, la Línea C está decorada con paisajes de España, y en 1969 se sumaron ocho piezas más sobre la gesta sanmartiniana, del artista plástico Rodolfo Medina. La temática se repite en las líneas D y E, que poseen dos murales en cada estación. Los temas abarcan desde el casamiento de los guaraníes en Misiones hasta la batalla de Caseros o la llamada Conquista del Desierto y fueron realizados por Otto Durá, Alfredo Guido y Léonie Matthis de Villar.
Las obras más recientes se hicieron con otra perspectiva artística, y la historieta tomó un lugar protagónico. La Línea B nunca tuvo decoración, hasta que en 1991 se inauguraron en la estación Uruguay murales de Francisco Solano López y de Alberto Breccia sobre El Eternauta y otro de Cristóbal Reynoso, el humorista más conocido como Crist. En 1998 se sumó un Inodoro Pereyra, de Roberto Fontanarrosa, y otro de Mariano Imposti Indart sobre Patoruzú. De la misma época data el mural de Mafalda, que está en el pasillo de combinación entre las estaciones Bolívar y Catedral, en Plaza de Mayo. En 2000 se estrenaron tres obras del dibujante Hermenegildo Sábat de temática tanguera, y Horacio Altuna sumó el suyo, Gente de Buenos Aires, en 2002. Para el Bicentenario se le encargaron tres murales al dibujante Carlos Nine en la estación Congreso.
Una estación con murales destacados es Carlos Gardel, de la Línea B. Dos son de Andrés Compagnucci, de los cuales uno homenajea a Gardel y otro al Mercado del Abasto. En el primer piso de la estación, junto a las boleterías, hay dos obras del artista uruguayo Carlos Páez Vilaró, también sobre Gardel y un filete realizado por León Untroib en 2000. José Hernández, en la Línea D, está decorada con reproducciones de cuadros de Raúl Soldi.
Casi toda la red está salpicada de murales y obras de diferentes temas y estilos. El conjunto presenta un panorama ecléctico y valioso al mismo tiempo, que debería ser conservado y puesto en valor.
Fuente: Diario Z