22 de Agosto de 2013 - Ambiente
Bs. As.-La contaminación sonora, un desafío para las grandes ciudades
Un detallado informe elaborado por la Comisión de Investigaciones Científicas bonaerense dejó establecido que nuestra ciudad, especialmente en el radio de su casco céntrico, se encuentra inmersa en niveles de ruido que superan los límites aconsejables.
El trabajo realizado sobre 146 esquinas permitió determinar que los registros detectados superaron en promedio los 76 decibeles, cuando los parámetros recomendados por la Organización Mundial de la Salud, en espacios exteriores, oscilan entre los 60 y 65 decibeles.
El estudio de la CIC será presentado en estas jornadas, en el contexto de la Semana del Sonido que se desarrolla desde ayer y hasta el sábado en dependencias del Teatro Argentino, que se traducirá en conferencias, charlas, seminarios, mesas redondas, talleres y otros eventos. Tal como se informó, el encuentro que se concreta por primera vez en nuestro país está organizado por la Embajada de Francia en la Argentina, el Teatro Argentino, la CIC, las universidades nacionales de La Plata, Quilmes y Lanús, la Asociación de Acústicos Argentinos y la Audio Engineering Society (sección Argentina).
El informe producido por especialistas de la CIC, tras un arduo proceso de mediciones de campo y cálculos, pone de relieve que el tránsito automotor aporta el 95 por ciento de la contaminación sonora y, por lo tanto, las vías de circulación rápida y aquellas con mayor presencia de vehículos de gran porte coinciden con los promedios de decibeles más altos. Asimismo, se verificó que son los motores de camiones, colectivos y motos en ese orden, los que mayor ruido producen.
Los especialistas consideraron que podría parecer utópico no superar en las metrópolis el rasero de los 65 decibeles, pero advirtieron que en nuestra ciudad se superan los 70 decibeles en muchos sectores. Un grado de ruido no intolerable, pero que condiciona el descanso y provoca estrés.
Como se ha señalado reiteradamente en esta columna, con los ruidos molestos ocurre como en el tránsito: reina el caos; son pocos los que cumplen con las normas o existe una suerte de anomia autorizada tácitamente, pero todo sigue igual y aún empeora día a día. Por otra parte, las eventuales omisiones en que incurre el poder público obligan a los vecinos -a veces al precio de enfrentar serios riesgos- a intervenir en defensa de sus derechos.
El hecho concreto es que no se advierte que exista una acción decidida contra esta forma de contaminación sonora que afecta a la mayoría de las metrópolis del mundo, ni contra los diversos trastornos y daños que de ella se derivan. A todas luces se está ante un problema crítico que requiere no sólo una reacción institucional -eficaz y ejecutiva-, sino también una actitud colectiva más solidaria, susceptible de acompañar los programas que deban ponerse en práctica.
Fuente: El Día