En cualquier ciudad, replantear el transporte o la higiene urbana es un desafío enorme. Córdoba lo hará en simultáneo. La primera prueba será atraer inversores. La definitiva, convencer a los cordobeses.
Son los dos servicios municipales más importantes. Los que requieren más inteligencia y más inversión de corto y mediano plazo; los que incluyen a todos los habitantes y, por tanto, los que pueden enloquecer a la ciudad entera cuando fallan aunque sea unas horas. Sobran los ejemplos en el mundo. Por sí solo, el replanteo del sistema de transporte masivo puede modificar todo el modo de moverse de una ciudad, y a la ciudad misma. Lo que se hace con la basura, por su parte, tiene implicancias a nivel ambiental, social, económico y hasta energético, aunque todo se inicie en el acto individual de tirar lo que sobra.
En cualquier ciudad, modificar alguno de esos dos universos es un gran desafío político. Córdoba lo hará en simultáneo: la gestión de Ramón Mestre vio las oportunidades antes que los riesgos.
Ambos pliegos licitatorios ya están en el Concejo Deliberante y empezaron a jugarse esos dos partidos en que la política debe demostrar que sirve para cambiar una ciudad, que puede atraer inversiones privadas y –sobre todo– que es capaz de convencer a 1,4 millón de personas para que cambien sus hábitos.
Todo eso necesitará Mestre para que se concrete lo que está proponiendo.
De ambas licitaciones, saldrán cuatro prestatarias de transporte y tres –o dos– empresas de higiene urbana para la próxima década.
La UCR puede aprobar ambos pliegos con su sola mayoría, así que el Ejecutivo no se verá forzado a introducir cambios en sus proyectos: la solvencia técnica de los esquemas que se plantean tampoco tendrá otro responsable.
La primera prueba de fuego para los cambios que propone el municipio ocurrirá cuando se sepa quiénes son los interesados en invertir en Córdoba.
Todo indica que Lusa y Cotreco no vinieron para reemplazar a Crese por sólo dos años, y se descuenta que intentarán seguir.
Lo que está por verse es si el nuevo esquema de higiene logra generar más interesados en la recolección. Y, sobre todo, si hay inversores privados para Cormecor, la sociedad anónima de mayoría estatal que se encargará de tratar la basura y que aspira a obtener rentabilidad –es decir, producir energía– de los desechos de todo el Gran Córdoba.
Sin dudas, esta segunda apuesta es mucho más estratégica que la primera. En el transporte las novedades están garantizadas. Coniferal y Ciudad de Córdoba pujarán por quedarse, y el municipio necesita que lo hagan: para participar de la licitación, deberán desistir de juicios millonarios por subas tarifarias no reconocidas durante la gestión de Luis Juez.
Pero la privatización de Tamse dejará lugar para otros dos operadores. ¿Vendrán los grandes jugadores del escenario nacional? Lo que parece seguro es que una de las anotadas será Lusa, que en Córdoba junta la basura, pero que posee una de las flotas de transporte más grandes del país y a la hora de su desembarco puso la mira en los pasajeros.
Aun consiguiendo prestatarias con experiencia y con capacidad financiera, todavía quedará lo más importante: que los vecinos acepten nuevas reglas. Para que el nuevo sistema de transporte se sostenga como está pensado, cien mil cordobeses deberán dejar cada día el auto para viajar en colectivo. Y muchos de los que hoy ya usan el transporte deberán aceptar que hará falta un trasbordo.
Los automovilistas que no acepten bajarse del coche tendrán que aceptar que el espacio para ellos se reduzca: las grandes avenidas perderán sus carriles centrales –que serán exclusivos para los colectivos, y además alojarán las paradas– y también desaparecerán miles de espacios de estacionamiento. Nada que no se esté haciendo en decenas de ciudades de un enorme listado de países que lograron viajar como la gente.
Esos mismos vecinos, y todos los demás, tendrán que cambiar también sus costumbres a la hora de sacar la basura: la separación domiciliaria, un día exclusivo para la recolección de lo inorgánico y el contenedor como constante en el espacio urbano. Lo hacen millones de personas en el mundo y en su mayoría logran ciudades más limpias y más sustentables.
Mestre tiene un año de plazo para convencer a unos y a otros. En el medio, quedará a prueba la solvencia de sus proyectos técnicos.
Fuente: La Voz del Interior
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