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24 de Agosto de 2012 - España

España-La creciente intolerancia a la discapacidad

Autor: Natalia López Moratalla

Desde 1985, que se despenalizó el aborto por “riesgo fetal”, como tercer supuesto, el porcentaje de recién nacidos con defectos congénitos ha venido disminuyendo progresivamente. A la vez, el número de abortos realizados en España acogiéndose a este supuesto se ha incrementado notablemente a lo largo de las dos últimas décadas, si atendemos a las cifras del Ministerio de Sanidad.
En paralelo, y hablando específicamente de los Down, desde 1985, la tasa de prevalencia de este síndrome en embarazos ha ido subiendo paulatinamente durante los últimos años, posiblemente a causa del aumento de la edad materna. En efecto, si en 1985 el número de madres mayores de 35 años fue de 41.710 (un 9,1% de las mujeres que dieron a luz ese año), en 2009 fue de 105.823 (21,4%), incrementándose el riesgo más del doble. Por lo que muchos de estos embarazos acaban en aborto provocado.
Según la revista española de investigación e información sobre el síndrome de Down (n. 93, 2007, pp. 71-79) “La presión social y la información poco actualizada han hecho ascender dramáticamente el número de abortos voluntarios de fetos con síndrome de Down (el 85% de los diagnosticados), destapando así la concepción discriminadora de la sociedad ante la discapacidad”.
Lo cierto es que en nuestra sociedad, parece que vivimos una doble moral. Por un lado,  gracias a un esfuerzo colectivo, hemos logrado que las personas afectadas por el síndrome de Down, entre otras minusvalías, vean cada vez más reconocida su dignidad y diversidad, alcanzando bastante autonomía, participación e igualdad de oportunidades. Sin embargo, y al mismo tiempo, se las deja nacer cada vez menos, manifestando la actitud contraria. Pero la medicina avanza, la medicina genética también, y todas las personas, incluidas las que presentan errores genéticos tienen derecho a ser aceptados por todos. Valorar y respetar estas vidas significa decir a la sociedad que las personas valemos por lo que somos (Spaemann); es mostrar a los padres un modelo ideal de paternidad donde los defectos de los hijos no merman el amor (MacIntyre); es mostrar al mundo que el valor y dignidad de una vida no es susceptible de ser cuantificada en términos de gastos económicos (Lejeune); y, en fin, es sentirnos solidarios con una fragilidad que todos compartimos como miembros de una misma familia humana (Vara).

Fuente: La Información

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