Por Lic. Luis Alberto Quevedo (*)
Los siniestros de tránsito es una cuestión de equilibrio humano, todos los días los medios gráficos y audiovisuales, registran las fatales noticias, esto pone en el tapete social, la falta de equilibrio del ser humano, donde la vida ya no es un milagro, sino que se encuentra condicionada por la conducta desequilibrada que desempeñamos a diario en la vía pública, este comportamiento, tanto del que transita a pie, como en algún vehículo, nos llevó a la endemia social actual en una suerte de inmolación, porque la vida dejó de ser la esencia de todo aquello por lo cual una persona comparte un espacio de interacción ciudadana, dando cumplimiento a las normas.
Este condicionante, nos determina que salir a la calle o a la ruta, ya no es un placer que nos llevará a nuestro destino, sino que se convierte en un episodio traumático al ver nuestro comportamiento vial, al escuchar que son 62 los muertos en la Provincia en lo que va del año, al escuchar estadísticas que nos indican que más 8.700 personas mueren por año en el país, que es la segunda causa de muerte en el planeta.
¿Cuáles son los condicionantes de este flagelo?, ¿Por qué aún nadie se detiene a analizarlos?, creo que allí estamos ante un condicionante, porque si nadie se detiene a analizar las causas de una crisis, está condicionando aportar algo para solucionarla, ¿Quiénes son los que deber dar soluciones? ¿Los peatones, los conductores, las víctimas?, creo que cada uno de ellos tiene la obligación de obedecer las normas, pero no de hacerlas cumplir, ante esto, sólo se puede decir que el pueblo no gobierna, ni delibera, sino a través de sus representantes, ¿Quién representa las garantías de gozar de una vida plena?, sólo se puede decir que para garantizar cada uno de los derechos, existe una autoridad de aplicación. Estos condicionantes, que no se acondicionan a una realidad y no dan soluciones, evidentemente son parte del problema.
Los desencadenantes de un siniestro vial, son cuantiosos y sólo es afrontado por las victimas, se puede medir en términos del Derecho, por lo que cuesta desafiar las costas de un proceso penal, abogados, peritos de parte, etc. Hasta llegar a juicio, para luego ir a Casación, porque jamás el fallo en un juicio por siniestro de tránsito, se hace justicia, para finalmente afrontar el gasto mayor en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En términos de salud, las secuelas sufridas solamente por las víctimas, desde lo mínimo, que pueden ser simples excoriaciones y fracturas, hasta invalidez, cuadriplegía, parálisis cerebral, etc. también son parte de los desencadenantes, por otro lado, se encuentran los económicos, basta decir que 2.5% del PBI es destinado sólo a desencadenantes de siniestros de tránsito, sólo los fines de semana llegan a colapsar el sistema hospitalario, se invierten millones en campañas de prevención, programas de asistencia y seguridad vial, que pagamos todos los contribuyentes, esto también es parte de lo que desencadena la inseguridad vial.
Lo perpetuante es sólo patrimonio de nosotros, las víctimas, el dolor perpetuo que ocasiona la pérdida no tiene nombre, la orfandad legal es puesta de manifiesto al momento que el vocablo "víctima" no se encuentra contemplado en la comunidad jurídica, ni por el común de la sociedad y menos aún por el Código Penal, esto sumerge a cada uno de nosotros en el más profundo desamparo, junto con la desintegración familiar de por vida, al saber que jamás ese ser volverá a estar con nosotros, nos destruye por dentro y nos obliga a aferrarnos a Dios, la impunidad en cada caso, nos destroza, y la importancia de ver a quien mató, seguir al poco tiempo conduciendo como si nada hubiera pasado, es volver a matar toda esperanza de justicia.
(*) Padre de Diego Luciano Quevedo (qepd)
Fuente: El Independiente
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