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2 de Febrero de 2011-Tucumán

Tucumán-Vuelven los 90 en clave alperovichista

El gobernador afirmó que no hay un modelo político propio sino que sólo gestiona la cosa pública, tal como se afirmó en el auge del neoliberalismo.

Pudo quedar muy bien con la Nación, y gratis. Sin embargo, se limitó a mirar a su derredor y admitir que no tiene modelo propio. El martes, José Alperovich negó públicamente al alperovichismo y aseguró que todo es pura gestión efectiva de los recursos del Estado, en vez de decir que no hay un proyecto que lleve su nombre porque sigue los lineamientos del kirchnerismo.
Los dichos del mandatario no pueden sorprender a sus fieles seguidores, porque reproducen en esencia su manera de actuar y de empujar a los funcionarios a trabajar más horas por día de las que recomienda el físico. Para él, todo es estar en la calle, inaugurando o supervisando obras públicas vecinales. Ahora admite que ellas no responden a un plan armónico y preestructurado (como lo es un proyecto político) sino que es, simplemente, utilización de recursos.
Eso sí, sus palabras dejan mal parados a varios de sus fieles, que alegan responder al alperovichismo esfumado. Deberán buscar otras excusas cuando justifiquen lo injustificable en el recinto de la Legislatura o en los despachos de la Casa de Gobierno. Esa emancipación ideológica se profundiza en las palabras del mandatario, cuando aseguró que cada legislador tiene plena libertad para pensar y votar lo que quiera.
La única salida razonable es que admitan que reciben órdenes que no pueden resistir y que ellas provienen de decisiones oportunistas del momento, que están no engarzadas en etapas sucesivas y evolutivas de proyecto alguno. Ni siquiera detrás del plan K nacional, lo que le resta al oficialismo de Tucumán identidad y anclaje político en un año electoral.
Tal vez este despegue responda a la disyuntiva de hierro sobre cuándo se realizarán las elecciones. Si Cristina Fernández de Kirchner las adelanta para fines de julio o principios de agosto, Alperovich se quedará sin margen para rechazar la unificación aunque no le convenga: su imagen supera a la de la Presidenta y, por arrastre, le aportaría votos que ella no conseguiría en los comicios desdoblados. Pero el gobernador ansía poder votar el 28 de agosto, sin la presión de estar pegado a nadie, y demostrar que tiene más votos que todos los otros juntos.
Si fuesen sinceras las reflexiones del titular del Poder Ejecutivo sobre la inexistencia del alperovichismo, ¿qué importancia tiene ahora aparecer en un afiche a su lado? ¿Qué trascendencia tiene ser el más fiel adláter de quien no posee un ideario a cumplir? Todo parece demostrar que el peronismo es el peor enemigo del peronismo en la feroz disputa por los votos, ante una oposición que no capitaliza los errores ajenos por las falencias propias. En estas filas, son muchos los que critican públicamente al gobernador, pero lo admiran y envidian en privado por su caudal electoral. Esa relativización de las propuestas nos remonta a un tiempo que se creyó superado, pero que acecha en las sombras, deseoso por volver.

Reloj al revés
La actual confesión de Alperovich lo retrotrae a los 90, instante fundacional en su vida, cuando surgió a la palestra pública como legislador del bloque de la Unión Cívica Radical, y llegó a presidir la estratégica comisión parlamentaria de Hacienda en tiempos de Antonio Bussi. De allí sus frecuentes diálogos con el entonces gobernador y con su hijo Ricardo Bussi.
En esos años, el neoliberalismo impuso el criterio del manejo del Estado como una empresa, agudizado desde la desperonización de Carlos Menem, y su subordinación al poder económico concentrado (negociados mediante).
A más de 15 años de haber ocupado una banca legislativa, el inconciente de Alperovich retoma los pensamientos dominantes de entonces al privilegiar la gestión por delante de la política planificada. Sólo así se puede entender este retraso del reloj que hace revivir una época que desde la Nación tratan de borrar insistentemente.
Si se aplica la lógica de mercado de un empresario, hacer pavimento o cordón cuneta, habilitar redes de agua potable o de gas natural y hasta estrenar escuelas, no responden a la decisión institucional de ejecutar programas socialmente inclusivos, sino al montaje de unidades de negocios. Esta es una estructura operativa dentro de una organización determinada, que vende productos o servicios para un grupo identificable de clientes. Su éxito depende, en buena medida, de que desarrolle un adecuado marketing para lograr los objetivos fijados, que atienda tanto lo estratégico (los objetivos de fondo) como lo táctico (las distintas formas de llegar a ese destino, ya que siempre debe haber más de una disponible con un resultado similar).
Si se asimilasen la gestión empresarial con la actividad política, se podría concluir que en la primera se busca maximizar la ganancia de dinero, mientras que en la otra se quieren conseguir votos para ganar elecciones. Pero gobernar no es lo mismo que conducir una empresa.
Daniel Cohn-Bendit, más conocido como Daniel el Rojo por el color de su pelo, fue el protagonista central del Mayo francés de 1968. Hombre de barricada, ahora está sentado en un escaño en el Parlamento Europeo, en la bancada ecologista. "La izquierda es la que está más débil. No tiene una respuesta integrada ante la crisis económica, la ecológica o la de la globalización. La derecha es más moderna", dijo en un reportaje reciente, y sus palabras tronaron. Cuando no hay espacio para la ideología, el realismo aplasta.

Fuente: La Gaceta

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