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5 de Marzo de 2013 - Animales

La Rioja-La ciudad y los perros

Por Roberto Rojo

El título alude a la primera novela de Mario Vargas Llosa, que cuenta la vida de los cadetes del Colegio Militar Leoncio Prado de la ciudad de La Perla, Perú, adonde su padre recobrado –hasta los doce años de edad el niño Vargas Llosa creía que su padre había muerto- lo envió para que “se haga hombre” y dejara el hábito pernicioso de la literatura…
Cabe consignar que en el título de la novela de Vargas Llosa la connotación que se da a “perros” es de ferocidad, cosa que seguramente causaría inquietud a los miembros de la Sociedad Protectora de Animales. Por “perros” se los conocía en ese Liceo a los cadetes del tercer año. El significado contrario tiene “perros” en la novela de Enrique Medina, “Perros de la noche”, donde los personajes son “desolados, tímidos, dolientes”, seres débiles amparados en las sombras…
Que hay perros y perros, como en todas las cosas. Y bandos divididos. Quintín, en su última columna del diario Perfil que titula “Cuestiones de perros”, cuenta que casi deja de leer la excelente novela del brasileño Bernardo Carvalho, “Nueve Noches”, al toparse con esta frase: “El perro no es el mejor amigo del hombre sino uno de los bichos más imbéciles que hayan surgido sobre la faz de la Tierra”. También cuenta Quintín que en una película del mexicano Carlos Reygadas hay una escena que levantó indignación –una perra era castigada casi hasta matarla-, y que el propio director dijo que “rasgarse las vestiduras sólo porque le pegó a un perro me parece demasiado. Pareciera que es lo más negativo que puede haber en el mundo, mientras que despedir a trabajadores sin indemnización no es visto como algo que haría un psicópata”.
La posición a favor de los perros, en su versión extrema, la representa el escritor Fernando Vallejo, transgresor profesional, que dice que los perros merecen más amor que los seres humanos, y en consecuencia a los suyos les cocina cada día un menú diferente y dona parte de sus premios literarios a la “causa perruna”.

LOS PERROS Y LA CIUDAD
Más allá, o más acá de la literatura, están los perros en la ciudad -me refiero a la capital riojana-, mejor dicho los perros callejeros y los feroces que ponen en entredicho “la coexistencia pacífica”, ese ideal a lograr. Entre los principales cargos que se les puede hacer a algunos callejeros es que provocan accidentes a los ciclistas y motociclistas. Recuerdo a Carlos Chali, caído de su moto al ser atacado por unos perros, y luego fue internado y no se recuperó… Conozco muchos otros accidentes menores provocado por perros. “¿Qué hacer?” se preguntaba Lenín sobre grandes cuestiones revolucionarias y es lo que me pregunto sobre estas cuestiones minúsculas y municipales que, sin tener la pomposidad de la Revolución, tienen mucho que ver con la calidad de vida.
Y están los perros que llamo “feroces”. Me tocó presenciar, hace pocos días, una escena bizarra en la esquina de las calles Urquiza y San Martín, a la medianoche: un perro joven y mediano, que iba con una pareja atacó con ferocidad a un hombre que cruzaba la calle. El perro se lanzó sobre el hombre sin que mediara un ladrido –obvio, perro que ladra no muerde-, quizás porque su proximidad a la pareja la habrá percibido como un ataque a sus amos… La cuestión es que el hombre se defendió con el pie y llegó a rechazar hasta catorce ataques, aproximadamente. Todo fue en silencio. Los dueños del perro, sorprendidos, no atinaban a retirarlo. El hombre la sacó barata, porque el perro, en su ataque frontal, le facilitaba la tarea defensiva.
Los dueños de estos perros que meten miedo dicen que su naturaleza feroz es aplacada por la crianza. Tengo mis dudas, porque la naturaleza aflora en cualquier momento. En cualquier mal momento. No deja de ser una ironía que el episodio del “hombre atacado por un perro” (¿habrá sido filmado y subido a Internet?) que referí haya ocurrido en la calle Urquiza. Justo José de Urquiza tenía un perro célebre, llamado Purvis, siempre a su lado, era malvado, y sólo obedecía a su amo, muy alerta ante un complot o ataque, y mordía hasta a los encargados de alimentarlo… Y había mordido a muchas de las visitas que recibía Urquiza. Sarmiento le tenía un odio profundo a Purvis, y, loco él también, le había advertido al propio Urquiza que si era atacado lo iba a matar con su espada… Urquiza lo había traído de una campaña de la Banda Oriental –llamada después Uruguay-, y lo bautizó con el apellido del Almirante inglés John Brett Purvis, jefe de la flota anglo-francesa que bloqueó los puertos de la Confederación Argentina en el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Purvis acompañó a Urquiza a Buenos Aires; y los dos eran uno de los temas favoritos en las tertulias porteñas. También era mencionado en las crónicas periodísticas, como esta que publicó Hilario Ascasubi que firmaba como Aniceto del Gallo:

“Y atrás de él su perro bayo,
Que no hallando en el camino
A quien morder el indino
Quiso prendérsele a un Gallo”. 

Fuente: El Independiente

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