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1 de Febrero de 2012 - Río Negro

Río Negro-Nada es igual, reflexiones un mes después de la muerte de Soria

Por Carlos Espinosa

En los últimos días estuve escuchando nuevamente algunos discursos del fallecido gobernador rionegrino Carlos Soria. El énfasis y la claridad de sus expresiones no eran comunes, en el contexto de una fraseología política generalmente carente de contenidos. Cada frase daba pie al posible título de una nota, puede asegurarse desde el punto de vista de la redacción periodística. Redondeaba conceptos y cerraba los párrafos de manera contundente. Ganaba aplausos, reforzaba el interés de quienes lo escuchaban.
Quienes lo trataron de cerca, en los 8 años de gestión al frente de la municipalidad de General Roca, aseguran que su forma de conducción era parecida: órdenes precisas, cortas y contundentes. “Hay que limpiar el pavimento y el cordón cuneta de la calle Tal, de punta a punta, tapar los baches y cambiar las luminarias apagadas, quiero el trabajo terminado para mañana a la tarde” ordenaba; y a la noche siguiente supervisaba personalmente los trabajos.
Después de recordar sus palabras en los discursos del 10 de diciembre, en la Legislatura y en la Plaza San Martín; y del lunes 12, cuando puso en funciones a las nuevas autoridades policiales, uno trata de imaginarse cómo habrían seguido los acontecimientos políticos e institucionales de la provincia si no hubiese ocurrido la tragedia de la madrugada del domingo 1 de enero.
“No quiero ser gobernador para sumar un cargo más en mi curriculum” afirmó en las horas entusiastas de la asunción el cargo. En aquellos días de alegría y esperanza le escuchamos hablar de “trabajo”, “compromiso”, “acción” y otros sustantivos plenos de significado. Aquellas palabras suenan en mis oidos, pero me falta lo mejor de la película.
Si se me permite la comparación con el cine: el filme se cortó cuando apenas se estaban presentando los personajes, y nos quedamos sin ver las escenas cruciales, todo el desarrollo del conflicto y el final exitoso, que los héroes siempre tienen reservado.
¡Qué bueno hubiese sido tenerlo a Carlos Soria durante cuatro años (quizás ocho) al frente de Río Negro para encaminarla definitivamente! En lo personal no tengo dudas de que lo habría conseguido, porque sus discursos trasuntan credibilidad.
Pero no. La función se acabó abruptamente, y la proyección de aquella película, protagonizada por el rubio apenas canoso de poblado bigote y certera mirada azul, terminó definitivamente. Nada es igual, después.
Se repiten todos los actores, menos el Gringo, y las situaciones son parecidas, pero diferentes. La diferencia es precisamente que Soria no está más, y en cambio hay un grupo valeroso, fiel, comprometido, de militantes dispuestos a seguir el camino. Todos ellos estaban en el centro de la escena antes de la madrugada fatídica, y ninguno se imaginaba los nuevos papeles que el Gran Director les tenía preparados. ¿Estaban todos preparados para el nuevo protagonismo? Una pregunta de imposible respuesta, por ahora.
Nada es igual, pero todo parece llevar hacia el mismo objetivo. Uno escucha los discursos de Soria (material de archivo, una parte de la historia, acaso) pero comprueba que sus palabras se siguen escuchando y se repiten en las bocas de Alberto Weretilneck y Carlos Peralta (por nombrar sólo a los actores principales). Entonces el dolor por la pérdida se transforma en renovada expectativa.
Pero la pirueta trágica de los acontecimientos nos demanda una obligación. Ya no ser sólo espectadores, sino convertirnos también, con modestia, desde algún papel de pocas palabras, en protagonistas de la historia fascinante que está empezando. Porque, como en los viejos cines continuados de la calle Lavalle (de Buenos Aires), la función empieza cuando usted llega. 

Fuente: APP

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