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30 de Setiembre de 2011 - Río Negro

Río Negro-¿Parche o cambio a fondo?

"En un año más me estoy aburriendo como intendente. Esto ya fue. No me veo, no me siento otros cuatro años en los mismos temas... ¡fue!

Pero bueno, tengo que manejar mis ansiedades, si no me 'estrolo' antes de llegar a la pelea por la gobernación", confesó Carlos Soria en el 2007, horas después de que con respaldo terminante fuera reelegido jefe comunal de Roca.
Asumirá el 10 de diciembre y pasadas las burbujas comenzará la faena. Más dura si encara, como ha prometido, la tarea de colocar la política en rango de un buen lugar para hacer en favor de una vida más digna para los rionegrinos. Porque es, sin duda, el rescatar el sistema político provincial de la degradación de funcionamiento a que lo condujo el radicalismo lo que le posibilitará a Carlos Soria mantener y reproducir el poder que le otorgaron las urnas. Y desde ahí direccionar ese poder para generar las múltiples mudanzas pasibles de concretar cuando la política sirve a la gente. Entusiasmar. Sumar incluso desde las diferencias de ideas, de ópticas, pero en un espacio común, de conjunto. Mucho de su futuro se define también por las características de quienes lo votaron. Lejos de ser un cheque en blanco, Soria tuvo el mayor apoyo en sectores independientes, sobre todo del Alto Valle y de la zona andina, que estimaron agotado el ciclo de radicalismo después de 28 años y confían en que la imagen de "transformador" que dejó en su ciudad se extienda rápidamente a la provincia. Mientras, el votante peronista tradicional seguirá de cerca la relación con el gobierno nacional y evaluará si podrá superar las históricas divisiones del partido. De esto trata esta edición de "Debates".

Ricardo Vignoni, analista y consultor polìtico
Electorado hastiado y en busca de un "hacedor"
Vignoni realiza sondeos electorales en Río Negro desde los 90, primero para los radicales y en estos comicios en las campañas de Pichetto y Soria. Analiza los motivos del triunfo del peronista y el perfil del votante regional.
Ricardo Vignoni ha medido el humor político de los rionegrinos por más de 20 años. Desde aquella campaña del 91 en que el golpe de efecto de Massaccesi con la incautación de fondos de Nación en el Banco Provincia de Río Negro le dio la ventaja decisiva para imponerse a Víctor Sodero Nievas hasta el reciente fin del predominio radical en la provincia, pasando por la interminable noche de los poco más de 600 votos de diferencia a favor de Pablo Verani cuando enfrentó a Remo Costanzo y los dos triunfos de Miguel Saiz en la gobernación. Tradicional encuestador del oficialismo, en esta campaña comenzó a trabajar para la precandidatura de Miguel Pichetto y sus números terminaron por convencer al senador de que el mejor posicionado en estos comicios era Carlos Soria. En diálogo con "Río Negro", Vignoni desmenuzó las razones que, a su juicio, definieron el categórico triunfo del intendente de Roca ante una maquinaria electoral que desde 1983 sólo conocía derrotas en algún comicio legislativo. Y también las mutaciones que ha tenido el electorado.
De su análisis se desprende que la mayoría que acompañó a Soria dista mucho de ser un electorado cautivo. Con fuerte presencia de independientes, se nutre de una población cansada de 28 años de gobierno radical que aceptó el eslogan de "acción" propuesto por el mandatario electo y que espera rápidas y profundas transformaciones. Su decepción podría generar también rápidas mudanzas.
Éstas son algunas claves del comicio señaladas por Vignoni.

• Alianza con Weretilneck y rápida instalación en el Alto Valle. Pese a los adelantos en la propaganda y el marketing electoral, la política en Río Negro, como en muchas regiones del país, sigue siendo un tema de líderes territoriales que definen la movilización del voto.

"Soria venía instalado desde hacía tiempo. Yo realicé un primer sondeo para el entonces precandidato Miguel Pichetto en el 2010 y allí se podía advertir que Soria estaba muy bien en el Alto Valle: ya tenía una ventaja de 25.000 votos. Eso se consolidó con lo que a mi juicio fue la estrategia más importante de su campaña, la alianza con el intendente de Cipolletti Alberto Weretilneck, que ya no dejó dudas de esa diferencia", señaló Vignoni. "Eso le aseguró por lo menos el empate electoral con el radicalismo" en los sondeos, destacó. Para Vignoni fue además estratégica en el momento en que se hizo (sin esperar al Congreso partidario) ya que parte de la UCR también estaba buscando al cipoleño. "Si Weretilneck se hubiera aliado con (el entonces precandidato radical Bautista) Mendioroz, por ejemplo, podría haber cambiado la historia. Son unos diez mil votos que, restados de un sector y sumados al otro, hacen diferencia. Logrando la mayoría del caudal de votos en Cipolletti, el panorama se aclaró un montón para Soria", destacó.

• El "renunciamiento" de Pichetto evitó los "ocho puntos de la traición". El encuestador destacó que otra clave fue el gesto del senador de resignar su postulación en favor de Soria. "Pichetto incluso tenía chances de ganar la interna, pero Soria ya estaba consolidado en los independientes, tenía mejor imagen en el Alto Valle. Fue un acto de madurez política. Al evitar la confrontación interna logra traspasarle a Soria su apoyo electoral, lo que no ocurrió en otras oportunidades en el peronismo, el mismo 2007", recordó. El PJ "tiene históricamente cerca de un 40% de los votos en Río Negro, pero siempre quedaron en el camino los que yo llamo 'los ocho puntos de la traición', es decir, internas muy duras que dejan heridos que después no se suman al ganador de la interna e incluso apoyan a otros", recordó.

• Los independientes. Vignoni destacó que la candidatura de Soria tuvo desde el principio el apoyo de independientes, algo que al peronismo rionegrino le había costado siempre. "Soria tuvo de un 13 a un 14% de voto independiente desde el inicio. Paradójicamente, el que estaba más remiso era el voto claramente peronista, por la rivalidad con Pichetto y las dudas ante un Soria que no era un kirchnerista auténtico, como él mismo lo había dicho", explicó. Además del pacto con Pichetto, Vignoni señaló que fue importante la estrategia de "disimular" el ambiguo respaldo del gobierno nacional a la fórmula Soria-Weretilneck al inicio.

• El hartazgo hacia el gobierno. Con una gestión de Miguel Saiz que no superaba el 30% de aprobación, Vignoni sostuvo que "estaba instalada la idea del cambio. Al principio no cerraba si era con Soria o con quién. Pero desde las primeras mediciones había un 65% del electorado que quería un cambio en la provincia y Soria captó desde el inicio un 40% de esa intención de voto", explicó. En el radicalismo, en tanto, el panorama era diferente. "Los radicales no pudieron seducir a su propio electorado, le faltaban líderes creíbles que los entusiasmaran. No había funcionarios ni candidatos para hacer valer el proyecto, que daba una imagen de agotado", dijo.

• Bariloche mira al Valle. Consolidada su imagen en el Alto Valle, la incógnita para la candidatura de Soria era cómo votaría Bariloche, que según las encuestas dejó de lado tradicionales referencias en la política nacional y se centró en la situación provincial.

–La región andina se veía complicada para Soria...
–Sí, pero esa zona comenzó a ser en realidad "tierra de nadie" en términos electorales, porque el gobierno provincial no tenía allí buena imagen y el municipal de Bariloche no encontraba una posición adecuada, tuvo sus propios problemas internos. Y al estar Bariloche ofuscado con los gobiernos provincial y municipal miró al Alto Valle, a diferencia de elecciones anteriores en que Bariloche siempre tuvo a la Capital y Buenos Aires como referencia política. En un primer "focus gruop" que realicé ya notaba que en Bariloche se percibía lo bien que estaban Roca y Cipolletti y se empezó a ver que el cambio podía pasar por alguien del Valle. Eso fue histórico, la referencia de Bariloche con el escenario nacional siempre distorsionó mediciones.

–¿Usted se refiere a la imagen de buen administrador que daba Soria en Roca?
–Más que buen administrador yo diría que de "hacedor", alguien que le había cambiado la cara a su ciudad. La idea era "Ojalá en Bariloche se hicieran cosas como en Roca, que está tan linda, cambiada"... en cierto modo, una sana envidia o los celos de "ser como".

–¿Influyeron la crisis desatada por las cenizas y la respuesta del gobierno?
–La respuesta fue percibida como pobre. La población esperaba más y más rápido, teniendo en cuenta el momento emocional que vivía la ciudad. Y a la hora del voto hay premios y castigos.

• División radical en Viedma. "Yo supuse que Barbeito podía llegar a tener allá unos 10.000 votos de diferencia. Pero la división interna afectó fuerte al radicalismo local. En Viedma el peronismo tuvo un piso histórico del 25% de los votos y en esta ocasión llegó al 32%" detalló.

• La polarización final

–Con tantos indecisos, ¿cuándo se definió la elección?
–Sobre el final. Un mes antes de los comicios yo tenía 40 puntos para Soria, 30 para Barbeito, porcentajes menores para otros y un 17% de indecisos. El seguimiento inicial de indecisos indicaba que iba uno para cada sector, por partes iguales. Pero, finalmente, de cada diez indecisos se fueron siete para Soria y sólo tres a Barbeito, que terminó con el 37%.
"De todos modos, el radical no hizo mala elección, con tantos factores en contra: primero, un partido fragmentado y con una interna que dejó secuelas. Barbeito era un candidato nuevo, arrancó tarde y con gran desconocimiento: muchos votantes directamente ni sabían quién era. Comenzó con un 15% de intención de voto y logró remontar casi un punto y medio por semana, para llegar al 37%. No es mucho más de lo que históricamente tiene la UCR: Saiz logró lo mismo en el 2003 y en el 2007, y entonces la victoria vino de la mano de los aliados, que lo hicieron llegar al 45%. Barbeito no pudo repetir este esquema", concluyó el analista político.
 
–¿Qué cambios percibe en el electorado rionegrino?
–No veo muchos cambios en lo político. El radicalismo ha mantenido constante una votación del 37%: sin aliados que le sumen, es lo que tiene desde hace mucho. El peronismo tiene cerca de un 40% cuando va unido (ver nota central). Hay un dato histórico: en Río Negro las elecciones siempre han estado polarizadas entre el peronismo y el radicalismo, que suman regularmente 80-85% de los votos. Salvo en alguna elección legislativa, ha sido siempre así. Incluso ahora, si sumamos el 49 y el 37% (de Soria y Barbeito) llegamos a más del 85% histórico.

–Entre los independientes, ¿hay cambios?
–Los independientes no han crecido mucho, se han mantenido en el 18-20% de los votos, que tradicionalmente determinaban la elección para el lado del radicalismo. Ahora este voto se plantó desde el inicio con Soria. Hay pocas terceras fuerzas. Se ha diluido el ARI, que reunía a los disconformes con los partidos mayoritarios y ahora tuvo un 5%, sobre todo por la caída de imagen de Elisa Carrió a nivel nacional. El Frente Grande es más bien local, de la mano de sus hacedores Weretilneck y Julio Arriaga, donde el intendente logró retener el caudal por su buena gestión.

–El radicalismo instaló la idea de que a Soria le iba bien en la clase media y el centro de las ciudades pero que en los barrios populares su imagen se diluía...
–En cierta medida es cierto, pero con una salvedad: tampoco al radicalismo le estaban dando bien las encuestas en los barrios. En esta campaña era un lugar a disputar, la mayor cantidad de indecisos estaba allí. Y si bien Soria no hizo un enfoque particular en estos sectores, la imagen de las cosas buenas que pasaban en Roca también pesó. Y hubo cansancio entre electores de la UCR, que ha olvidado un poco el contacto diario con la gente, lo hizo sobre el mes electoral y eso no se perdonó.

–¿Y por sexo y edad?
–En los comicios hubo una pequeña ventaja de Barbeito entre los votantes nuevos (de entre 18 y 22 años), unos 47.000 electores que representan un 15% de los votos. El resto estaba marcado con tendencia favorable para Soria, quizás algo más clara en el sector femenino.

De Roca a Roca
Reflexionado como futuro gobernador de Río Negro, el mayor desafío que sobrelleva Carlos Soria es convertirse en contrafigura del poder que reemplaza. No tiene otra alternativa para configurarse con signo positivo en la historia.
Si lo acepta, el signo de su tiempo es lo fundacional, por dos razones. Una: todo lo que puede cancelar en materia de manejo de las cuestiones públicas de la provincia. Dos: todo lo que puede crear a modo de reemplazo.
No es una comparación forzada sino una referencia sobre un hilo conductor que llega desde el pasado. Más allá de las diferencias de tiempos, circunstancias y todo lo que se quiera, en alguna medida Carlos Soria está como Julio Argentino Roca cuando asumió el poder en 1880: "un momento afortunado", lo definió "Falucho" Luna en relación con el tiempo que heredaba el hacedor del Estado nacional. Afortunado en términos de saber lo que no se debe mantener ni hacer.
Y, siguiendo a "Falucho", simplemente otra referencia. Para superar los prejuicios que contra él existían en Buenos Aires cuando llegó a presidente, Roca "minó y hermoseó la ciudad" con jardines, florcitas y paseos. Y fue con mucho de ese tipo de mimos –no sólo eso, claro– que Carlos Soria conquistó primero a General Roca. Luego sedujo al 50% de la provincia en las urnas para gobernador.
Julio Roca ordenó y modeló el país que puso en marcha sin ningún interés a favor de un sistema político abierto. Fue "el régimen". "Falaz y descreído", dirá "El Peludo".
Pero quizá la única forma, desde la política, de poner en marcha aquella etapa fundacional. El tema sigue siendo ígneo. Enciende polémicas.
Y es en la política donde jugará su suerte como gobernador Carlos Soria. Caigamos en un lugar común: es la madre de sus batallas. En los términos en que él explote su potencial como instrumento de cambio pivoteará la eficacia de su gestión. Su calidad.

¿Cuál es la herencia que recibe en el sistema político?
Nada. Tras 28 años de ejercer el poder, el radicalismo no construyó un sistema político vital. El mendocino, por caso. Que tiene vigente la interesante aunque también opinable no reelección del gobernador. Es una particularidad que no necesariamente garantiza calidad de gestión. Pero como mínimo alienta la movilidad del conjunto del sistema. No es poco. Y quizá –con Soria o más adelante– una particularidad que Río Negro deba integrar vía una reforma puntual de su Constitución.
Mientras tanto, lo heredado por Soria del largo tiempo radical como sistema político es Berlín de mayo del 45: escombros. Ruinas a las que, si se reflexiona serenamente, también ayudó en mucho el peronismo rionegrino. Lo hizo vía su salvaje vida interna. Un espacio donde siempre estuvo vigente que para un peronista no había nada peor que otro peronista. Un lugar donde el que perdía posiciones se sumaba al radicalismo con armas y bagajes. Por una banca. Por un puesto público. Por lo que fuere.
Y así, vía la política como comercio de favores, el peronismo también abonó el desplome del sistema.
Pero la responsabilidad mayor del desplome es radical. Le quitó a la política lo que Lisandro de la Torre llamó "su alma": la política. La transformó en un quehacer destinado lentamente a beneficiar los propios e individuales intereses de los máximos gestores del esquema de poder.
Degradado el Estado provincial al privatizarse voluntariamente la acción política, ascendieron las mafias en distintos planos del poder. Inevitable. Tenían caldo de cultivo.
Y si, como señala el americano Andrew Arato, la "condición normal de la democracia representativa moderna es la desconfianza más que la confianza", en Río Negro esa "condición normal" se naturalizó vía la política.
Carlos Soria fracturó esa inercia en su pago: Roca. Trabajó en dirección a hacer de la política algo útil. Y entusiasmó hasta al más pintado. Lo ayudó su personalidad, que no sabe de pesimismos antropológicos. Le sirve para no asumir la acción política acechado por dudas, temores. Así, incluso con desplantes y agresividad, logró algo que no es poco para estos tiempos de la política: eliminar la sospecha de que el que conduce es distinto de lo que representa.

Así, en sus más y sus menos, Soria fue uno solo.
Y así se vendió y lo compraron el domingo anterior en las urnas para gobernador.
Pero ahora manejará una megaestructura. Burocrática. Pesada. Con mucho de sigilo en sus distintos rangos. Preñada de intereses que en pliegues y repliegues del poder abulonaron por años intereses propios. Esa megaestructura que llevó a decir a un gobernador militar de la provincia, el almirante Rubén Acuña, "No podemos comprar ni una tabla de inodoro sin que haya un negocio particular de por medio".
Que la gestión Soria investigue todo lo que está bajo sospecha es una política. Necesaria para saber con qué alcances y cómo se movió "el fondo de los reptiles", como definía Napoleón el uso impugne de los recursos del Estado.
Y que Soria reflexione sobre ese serpentario en términos discursivos extremos tan habituales en él es incluso una posibilidad. Pero todo ese combo corre un riesgo: que se agote en sí mismo vía las inercias judiciales y otras tan inherentes en Argentina a esos procesos.

Apelando a una conversación que mantuvo con el filósofo André Glucksmann, recuerda el catalán Josep Ramoneda: "Cuando la política se convierte en material de las páginas de sucesos, ¿qué puede hacer la filosofía?".
Carlos Soria no tiene pasta para la filosofía.
Pero quizá sí pueda evitar ser el protagonista esencial de las páginas que cuenten los sucesos que generará el desmalezamiento de lo hecho por el radicalismo en décadas de poder.
Correrse de ese lugar no es abandonar el desmalezamiento. Pararse desde el inmenso poder con que llega a gobernador desde una actitud creativa funda un futuro.
Manejará una provincia joven. Ajena a tradicionalismos de dictado religioso y de dominación política que hundiéndose en la historia –a veces siglos– condicionan decisiones. En todo caso, provincia definidamente laica a diferencia de las norteñas, abierta. Con Constitución y jurisprudencia que hasta hoy la política no ha potenciado a pleno. Provincia con importante actividad privada. Con pobreza, sí. Con una inmensa deuda, sí. Con instituciones políticas y un Poder Judicial, cuando no inexistentes, desmejorados en sus conductas.
Pero un Río Negro donde la política está demorada en brindar lo mejor de ella: política.

Fuente: El Diario de Río Negro

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