Inauguraron una serie de murales que le cambiaron la cara al barrio. Esperanza.
"Mirá, te la hago fácil. Esto no va cambiar así nomás. Yo me quiero ir, quiero una machimbradita aunque sea al lado de las vías. Me quiero ir de las drogas, de los tiros, no quiero que mis hijos se crien en esta delincuencia", se despacha mirando al piso Natalia Herrera (21 años, dos hijos -uno de ocho años y otra de 9 meses-). Ojos brillantes color miel, a los que no se les pasa ni un movimiento en esta poco común reunión de vecinos y visitantes que llegaron al barrio El Sifón (o Juan Pablo II). Madre sola porque su marido está preso desde hace un año. "Por un robo que ni siquiera hizo", asegura.
De fondo, la murga del vecindario calienta la nueva placita, abierta hace poco menos de un año, junto con un pasaje pavimentado, único en su tipo por estas tierras. La desesperanza de Natalia va a contramano de las sonrisas, la música y los colores que introdujeron entre los callejones sombríos una serie de murales resplandecientes pintados por los pibes del barrio. Sin embargo, cuando baja la guardia, ella acepta que las cosas se han modificado en este año de trabajo intenso. "Esto está cambiando muchísimo, a los chicos les gusta lo del mural. Están contentos, espero que sigan así y que no hagan daño. Cuando estaban pintándolo todos se prendían, molestaban, se pintaban entre ellos, se reían. Yo también me enganché", revela, y recibe en sus faldas a "Piri", su sobrino de tres años, hijo de un primo muerto de un balazo hace poco tiempo.
Bienvenidos
La idea de los murales fue que el pasaje ubicado en San Miguel 1.850, frente a la entrada del hospital Obarrio, se convierta en un paseo cultural. El trayecto de menos de 100 metros desemboca en una plaza, en cuyo pequeño escenario el grupo de teatro, la murga y las bandas barriales NDV (rap) y Serie A (ex FrikiTurros, cumbia) puedan presentar sus espectáculos. Cualquier día, en cualquier momento, como lo hicieron ayer durante el acto de inauguración de los murales.
"La idea fue trabajar con el concepto de entrada, por eso hicimos un gran cartel de bienvenida, con una mano que oprime el gatillo de un sifón del que sale un chorro con la palabra 'Bienvenidos'. A su vez, la gente del barrio está sosteniendo este cartel, que de alguna manera es lo que sostienen como identidad", describe Pablo Guiot, el artista plástico que coordinó el proyecto y enseñó el abecé de la pintura.
"Lo importante es que todo lo que se ve fue consensuado por ellos, dibujaron lo que quisieron expresar. Hay una mezcla de personajes genéricos con otros del barrio. Él, por ejemplo -señala el dibujo de un hombre pelado-, es Felipe. No lo dibujaron con esa intención, pero los mismos vecinos los identificaron con él", ejemplificó.
En el proyecto se involucraron los chicos de la cooperativa Los Lapachos, a los que fueron sumándose niños y grandes deseosos de participar. También aportaron lo suyo el Ente de Cultura, el IPV, Desarrollo Social y la DAU, entre otros organismos. Salvador Díaz, vicepresidente del Ente, explicó que la intervención en el barrio fue posible gracias a la existencia de la asociación civil Los Lapachos. "Nosotros no podemos entrar a invadir -advirtió-. Queremos trabajar en conjunto con los vecinos, no imponer nada".
Por sectores
Los murales que rodean la plaza exhiben temáticas muy claras, dividas por sectores. Después de la bienvenida, está el sector trabajo, donde se ve un panadero, una cocinera, un albañil y un carrero, entre otros oficios propios y ajenos. Sin embargo, el que más unió a los vecinos fue el sector que ilustra el origen del nombre "El Sifón". Según los datos que recopilaron los pintores, hasta los años 60 se formaba un piletón que funcionaba como sifón hidráulico, a pocas cuadras de donde hoy se ubica la plaza. En la imagen se ve a los vecinos bañándose, lavando la ropa y recogiendo agua, como un centro de reunión y sociabilidad.
Más adelante, en el sector adicciones, el mural reproduce una caja de colonia marca "Paco" en la que se ve la imagen de un joven consumido por la droga. A su lado, otro dibujo muestra la sonrisa y el color de un chico que no consume drogas. "Hace poco comenzó a entrar el paco acá; antes no había. Yo vi chicos fumando, pero Irma (Monrroy, presidenta de Los Lapachos) se las tiene jurada y dijo que no van a dejar entrar esa porquería acá", le dijo Natalia a LA GACETA.
"Queríamos cambiar esta idea de lugar peligroso y mostrar que acá pasan otras cosas, no solamente delincuencia", insiste Guiot (el "maestro", como le dicen algunos chicos que participaron en el mural). También insiste en que no es una obra de él, sino del barrio, y que él solamente fue el encargado de orientar las discusiones.
"Lo primero que se les ocurría era pintar el escudo de su equipo de fútbol, lo que tienen más a mano. También símbolos tumberos, en contra de la Policía. Hasta que estuvieron de acuerdo en que no tenía que haber nada que dividiera ni los enfrentara, sino que los uniera", explicó Guiot.
Por lo menos ayer, "El Sifón" dejó ser un barrio marginal y su escenario reluciente disparó alegría entre los estrechos pasajes. Todos los vecinos salieron a ver qué pasaba y más de uno se dejó llevar por la esperanza. Como Fátima Aguirre, que abandonó de un salto la entrevista con el diario cuando su hijo, Fabricio Campos, le puso la voz y el cuerpo al espectáculo cumbiero: "usted disculpe, pero yo me voy a bailar".
El ejemplo de una luchadora
Irma Monrroy preside Los Lapachos, la esperanza de muchos vecinos. Con lo poco que tienen, en la propiedad ubicada en la esquina de San Miguel y el pasaje están armando un salón de usos múltiples. "Cualquier ayuda es bienvenida", remarcó.
Fuente: La Gaceta
URL NOTA: http://www.lariojamunicipal.com.ar/index.php?modulo=notas&accion=ver&id=16476